Visiones de Tailandia: Accidentes

by parapo




He sufrido tres accidentes de tráfico en mi vida, veniales todos ellos y, lo que parece más curioso, en tres autobuses. 

El primero sucedió en Palma de Mallorca. En el autobús numero 10, a las 8 de la mañana mientras acudía al trabajo. Una ranchera se saltó un ceda el paso y cruzó por delante del autobús, que la arrolló sin remedio. Como ya estaba cerca de la oficina abandoné el siniestro sin dejar más heridas que las psicológicas del conductor del bus, que vislumbraba una conversación poco amistosa con su jefe. Pero, como le repetía un pasajero, no fue su culpa.

El segundo fue en las montañas de Chiapas, en el sur de México. Habíamos contratado un tour que nos llevaría a visitar una serie de zonas de interés para culminar en las ruinas de Palenque. En esta ocasión no hubo intervención de segundos vehículos, y sin embargo lo recuerdo como el más peligroso de los tres. El minibús pinchó en medio de una de las innumerables y afiladas curvas de aquella carretera. La suerte nos condujo hacia un anden especialmente ancho, y no sucedió nada más allá del susto. Quedaron para el recuerdo los inevitables y bananeros intentos por arreglar el pinchazo que dieron como resultado la rotura de la dirección. Dos furgonetas nos recogieron una hora después. El nuevo conductor, más joven que el original, que se quedó junto a su víctima, ensayó antes de reiniciar la marcha un extraño diálogo con su compañero del otro vehículo que aún puedo repetir de corrido. En él se infundían ánimos ante lo que se avecinaba, al parecer una labor titánica y peligrosísima.

El tercer accidente sucedió aquí, en Tailandia, en el trayecto Chiang Mai Chiang Rai. El autobús ya estaba dando muestras de un comportamiento errático en las frenadas y francamente alarmante descendiendo cuestas. En un momento dado, un songtao repleto de escolares no pudo reaccionar al enésimo bocinazo y chocamos contra él. La única pérdida fue la del retrovisor del autobús y las dos horas de nuestro valioso tiempo que se quedaron en aquella carretera oscura.

Un nuevo vehículo terminó apareciendo, pero las emociones fuertes no desaparecieron. El conductor, acuciado por el retraso acumulado, convirtió las dos siguientes horas en un enervante rally. Finalmente, ya de noche, llegamos a Chiang Rai.

Chiapas, México