mañana espléndida, divina, en el parque del luxemburgo. veía a la gente pasar y volver a pasar y me decía que nosotros, los vivos (¡los vivos!), estamos aquí sólo para rozar por un tiempo la superficie de la tierra. en lugar de mirar la jeta de los que pasan, miraba sus pies y todas esas personas no eran para mí sino pasos, pasos que iban en todas direcciones, danza desordenada a la que sería vano prestar atención… en esas reflexiones estaba, cuando, al levantar la cabeza, he divisado a beckett, hombre exquisito, cuya presencia surte un efecto singularmente benéfico. la operación de cataratas, en un solo ojo de momento, ha salido muy bien. empieza a ver de lejos, cosa que no podía antes. “voy a acabar volviéndome un extrovertido”, me ha dicho. los comentaristas futuros tendrán que encontrar la razón, he añadido yo.
de Cuadernos 1957-1962, de emile cioran