Archive for junio 2008

Los bárbaros no miran a los ojos cuando hablan.
Como una mujer al fondo del recuerdo
yo soy un hombre muerto al que llaman Pertur.

de Réquiem, en El último hombre (1984), de leopoldo maría panero

A mi desoladora madre, con esa extraña
mezcla de compasión y náusea que puede sólo
experimentar quien conoce la causa, tal vez banal y
sórdida, quizá, de tanto, tanto desastre.

dedicatoria de Ma mère, en Narciso en el acorde último de las flautas (1979), de leopoldo maría panero

Filóstrato, si muero ¿beberás de mis venas?
No desprecies el vino que el dolor enriquece
y al que la noble muerte da el sello más preciado.

de El fin de Anacreonte, en Dioscuros (1982), de leopoldo maría panero

Cándido, hermoso es el incesto.
Madre e hijo se ofrecen sus dos ramos
de lirios blancos y de orquídeas, y en su boca
llevan ya el beso para desposarlo.

de Bello es el incesto, en El que no ve (1980), de leopoldo maría panero

Y esto se ha dicho para orinar al fin sobre la página, ya que aquélla hasta ahora ignora la vida, que es el universo, al fin recuestionado, en ese vaso de Mosef Ben Gitakkilla, sobre el que su discípulo echara vitriolo, y que le hizo decir de aquél: "ten cuidado al mover esas cartas porque podrías destruir el universo".

del Prólogo de El tarot del inconsciente anónimo (1997), de leopoldo maría panero

¿Qué era pues lo que en él me repelía? Nada más difícil de explicar, es sabido, que la repugnancia; sin embargo, en este caso se trató tal vez de su mirada insultante, de viejo y no de niño; o fue acaso una suerte de sonrisa burlona (...) pero, reflexiono ahora, se trató sobre todo de algo así como una repugnante feminidad.

de Presentimiendo de la locura, en El lugar del hijo (1976), de leopoldo maría panero




Largo tiempo, Ialdabaoth, tu imperio he recorrido, tu triste
imperio.
Esa temática de sombras, esos miserables
milagros en hoteles de una noche*


de Vanitas vanitatum, en Teoría (1973), de leopoldo maría panero

* Eliot

Agujero en el colmo del dolor
la frialdad del queso una princesa
mudo la zona que no existe besa
Agujero llamado nevermore


de La segunda esposa, en Teoría (1973), de leopoldo maría panero

Espero que algún día, después de que mi alma haya pasado por entero a ti, beses en el Templo de Ulm los labios de mi calavera vacía, (...)

de Mi madre, en El lugar del hijo (1976), de leopoldo maría panero

(...) Ugolino sueña que está en su palacio, en un banquete: pasan ante sus ojos numerosas imágenes de copas de cristal rellenas de chianti, de vino francés de Médoc; ve verterse en las copas líquidos rojos, o rosáceos, y algunos casi negros: ve el vino derramado por toda la mesa y se siente inmensamente borracho: y de repente le asalta la sospecha, venida no se sabe de dónde, de que lo que mancha los ricos manteles no es vino, sino sangre.

de Acéfalo (proyecto de cuento), en El lugar del hijo (1976), de leopoldo maría panero