Visiones de Laos: Tintin

by parapo

En una librería de Vientiane he encontrado unos cuantos ejemplares de Tintin en el país de los soviets. No se trata de ediciones antiguas, y dudo que cuenten con las autorizaciones pertinentes. Este Tintin en blanco y negro, el primero de todos, se quedó fuera del corpus tradicional, cuyo primer número suele ser considerado el también polémico Tintin en el Congo. Leyéndolo no es difícil entender el porqué. En el país de los soviets, Tintin se limita a desvelar los trucos comunistas con los que la Rusia roja pretende impresionar a los invitados extranjeros (quemando rastrojos dentro de las fabricas para crear el humo de una falsa producción, por ejemplo) y la guerra sucia que llevan a cabo contra la oposición. Este Tintin era pura propaganda antisoviética para niños, y me resulta por completo chocante que la primera vez que haya visto un ejemplar físico sea precisamente en un país comunista. O la librera tiene un sentido del humor muy avanzado o se ha dejado embaucar por la portada. En cualquier caso, a nadie parece importarle.

Hojeando el ejemplar he vuelto a ver la manera irónica y terrible como Hergé retrata a los observadores internacionales. Uno de ellos, con aspecto británico caricaturizado (gran bigote, cardigan a cuadros, pantalones bombachos) bien podría ser Kingsley Amis. Esa generación de intelectuales británicos que se dejaron engañar por las bondades del stalinismo y que llegaron a negar a Solzhenitsyn es retratada con dureza por Martin Amis en Koba el temible. Hace cinco décadas conocieron la verdad de la Unión Soviética y revisaron sus posturas. Pero no hace ni un par de años que leí a una joven dirigente de Izquierda Unida lamentar la caída del muro. A veces ser progresista es una labor arqueológica.

Volviendo a Tintin, no es la primera vez que me reencuentro con él en Indochina. En Chiang Mai era frecuente encontrar ejemplares de Tintin en Tailandia, una nueva aventura escrita para mayor gloria del turismo tailandés. No recuerdo cuando, pero no es la primera vez que me encuentro con un Tintin apócrifo. Me recuerda a esos Sherlock Holmes que un escritor español está sacando a la venta últimamente (pensar en Sherlock Holmes es una de las pocas buenas costumbres que nos quedan, junto a la muerte y la siesta. La frase es de Borges, pero no puedo evitar traerla aquí y suscribirla).

Encontrar el Tintin antisoviético en Laos vuelve a poner en duda el compromiso comunista de este gobierno. Siendo justos, los únicos signos comunistas son las banderas soviéticas que adornan las calles, y las ocasionales camisetas de la estrella roja y la hoz y el martillo. Por lo demás, el laosino persigue las divisas extranjeras igual o mas que cualquier tailandés, y lo hace con idénticos medios. El omnipresente budismo, las artesanías, los restaurantes, tours y masajes. El muay thai se convierte en muay lao. La prostitución sigue ahí, para quien la quiera, y los clásicos gastronómicos tailandeses se niegan a abandonar las cartas. Las drogas, perseguidas en el lado capitalista del Mekong, parecen legales en determinadas ciudades laosinas. Tanto tiempo burlándonos del comunismo adolescente de pósters del Che y Silvio Rodríguez y resulta que hay un país que lo ha convertido en su ortodoxia.