La muerte en Londres I

by parapo

Sería injusto decir que la muerte ronda Londres. La vitalidad de la urbe es evidente y por momentos opresiva, e incluso la tétrica imagen de lluvia y niebla resulta exagerada. No parece que haya nada que temer, o al menos no más que en cualquier otra ciudad. Pero una mirada al detalle revela ciertos artefactos de muerte, peculiares a su modo.

Enfrente de la estación de metro de Mile End Road aparecen, de golpe, dos de estos objetos. El primero, casi invisible dentro del ajetreo de la calle, es una bicicleta encadenada al enrejado. Llama la atención su antigüedad, la suciedad que la corroe, las flores que la adornan. Se trata de un monumento espontáneo en memoria de un accidente mortal. La recuerdo desde hace casi tres años, y ya era vieja entonces. Las flores, sin embargo, renacen cada semana.

En la misma puerta de la estación de metro, unos carteles advierten de otra tragedia. Son pequeñas pegatinas informativas colocadas por la policía y que piden la ayuda ciudadana para resolver un asesinato que sucedió allí mismo, un sábado noche tres meses atrás. La pegatina aparece en los idiomas mayoritarios de la zona, el inglés y el bengalí. Pegatinas semejantes adornan toda la ciudad.

Los muertos de las grandes guerras del siglo XX también están presentes. En Bethnal Green se rememora un bombardeo especialmente cruento durante la Segunda Guerra Mundial. En la esquina de un pequeño parque se enumeran los nombres de los muertos y se permiten los arreglos florales, siempre presentes y lozanos.

En Whitechapel la muerte se presenta en diferido, como anécdota local casi confundida con la leyenda, y sin ánimo conmemorativo. En las cercanías de Liverpool Street Station es frecuente encontrar grupos de visitantes absortos en las explicaciones de un guía. Se narran los detalles y se visitan los lugares donde fueron descubiertas las cinco víctimas de Jack El Destripador. En la misma zona, bajo el subsuelo, otra catástrofe más urgente permanece oculta a las miradas indiscretas: la del atentado en el metro del 7-J.

Pese a todo, la muerte en Londres no es una evidencia, y solo se presenta cara a cara en las sirenas de la policía. A cada hora, cada día y cada noche, la policía surca la ciudad de norte a sur (especialmente hacia el sur) y de este a oeste (o, siendo sincero, de oeste a este). Rutinarias y aun así aviso de lo que las estadísticas ya evidencian: que, como en cualquier otra gran ciudad, en Londres cada día hay muerte.