by parapo
El cerebro de Einstein es un
objeto mítico: paradójicamente, la inteligencia más destacada forma la imagen
de la mecánica mejor perfeccionada, al hombre demasiado poderoso se lo separa
de la psicología, se lo introduce en un mundo de robots; en las novelas de
ciencia-ficción, los superhombres siempre tienen algo de cosificado. Einstein
también: comúnmente se lo expresa por su cerebro, órgano antológico, verdadera
pieza de museo. Tal vez a causa de su especialización matemática, el
superhombre está despojado de todo carácter mágico. En él no hay ninguna
potencialidad difusa, ningún misterio que no sea mecánico; es un órgano
superior, prodigioso, pero real, inclusive fisiológico (...) El mismo Einstein se
ha prestado un poco a la leyenda al legar su cerebro, disputado por dos
hospitales, como si se tratara de una maquinaria insólita que al fin se va a
poder desmontar. Una imagen lo muestra tenso, la cabeza erizada dé hilos
eléctricos: se registran las ondas de su cerebro mientras se le solicita que
«piense en la relatividad». (Pero, en realidad, ¿qué quiere decir exactamente
«pensar en…»?) (...) La mitología de Einstein hace de él un genio tan poco mágico
que se habla de su pensamiento como de un trabajo funcional análogo a la
producción mecánica de las salchichas, a la molienda del grano o a la
trituración del mineral: producía pensamiento, continuamente, como el molino de
harina, y la ha sido para él, ante todo, el detenimiento de una función
localizada: «el más potente cerebro ha cesado de pensar».
Esta mecánica genial tenía un objetivo: producir ecuaciones. A través de
la mitología de Einstein, el mundo ha reencontrado con deleite la imagen de un
saber convertido en fórmulas. Hecho paradójico: cuanto más el genio del hombre
se materializaba en las formas de su cerebro y cuanto más el producto de su
invención alcanzaba una condición mágica, más reencarnaba la vieja imagen
esotérica de la ciencia encerrada en algunas letras. Existe un secreto único
del mundo y ese secreto cabe en una palabra; el universo es una caja fuerte
cuya clave es buscada por la humanidad. Einstein casi la encontró y ése es el
mito de Einstein; (...) Por su simplicidad inesperada, la ecuación histórica E =
mc² cumple casi totalmente la idea pura de la llave,
desnuda, lineal, de un único metal, que abre con facilidad absolutamente mágica
una puerta sobre la que nos obstinábamos desde hacía siglos. Las imágenes lo
muestran: Einstein, fotografiado, está al lado de un pizarrón cubierto
por signos matemáticos de visible complejidad; pero el Einstein, es decir el que
entró en la leyenda, tiza en mano todavía, acaba de escribir sobre un pizarrón
desnudo y como sin preparación, la fórmula mágica del mundo.
de Mitologías (1957), de Roland Barthes