sobre un bar VI

by parapo

Una noche, tras limpiar los conductos de la cerveza, tal vez para servir de catadores y detectar algún posible resto de jabón, Erland nos ofreció un número exagerado de pintas de cerveza. Eran las 5 de la mañana de un sábado, tras la habitual fiesta privada.

Probé una Bass pero decidí finalmente por la pinta de Franziskaner. La cata se condujo dentro del clásico ambiente de confraternización, con sus fanfarronadas y sus bromas y risas y, como no, con comentarios venenosos sobre compañeros ausentes.

En un momento dado, Erland le dijo a Erin: canta. Y Erin cantó en Ave Maria de Schubert. No hubo provocación previa ni la más mínima mención que pudiese contextualizar la petición de Erland, pero el caso es que Erin comenzó a cantar de manera instantánea. Su actuación, en cualquier caso, se redujo al primer "ave Maria", esas dos únicas palabras con las que comienza el celebre himno.

Pero las contó muy bien, entonadas y altas, como un cantante de ópera. Nos dejó atónitos y algo asustados, porque Erin no es precisamente alguien que destaque por sus luces, con comportamientos raros e incompatibles con la cordura. Aquello parecía uno de esos resortes ilógicos que tienen los locos, y, conociéndose Erin y Erland desde hace años, la primera teoría es que Erland conocía el resorte y quiso activarlo. Su cara de estupor, he de decirlo, me hace dudar de esa tesis.

Volvió a repetir el Ave María con el mismo resultado, tal vez incluso más afinado si cabe. Erland lo remedó en falsete, con voz chistosa, intentando provocar algunas risas que silenciaran de una vez la tragedia de su amigo.