contra el arte III

by parapo

cada pitufo lleva consigo una marca propia. puede tratarse de una profesión o un rasgo de su carácter. la única condición, la que lo convierte en un verdadero pitufo, es que esa marca debe quedar patente en todo momento, y debe ser exclusiva e inviolable. para el pitufo carpintero su oficio representa su esencia, lo que él es dentro de su comunidad. se trata de una interpolación del ideal de sociedad medieval bajo el poder del gremio y los estamentos. 

existen, sin embargo, dos tipos de pitufo: los que hacen algo y los que son algo. en el primer grupo incluiríamos al herrero, al carpintero, incluso al estudioso (al que nunca se considera inteligente. su estudio es pura gimnasia intelectual, si profundidad. no emana como la sabiduría, sino que es adquirido como el conocimiento). en el otro grupo de pitufos encontramos al enamorado, al fortachón, al bromista, al gruñón. la labor de cada uno de estos pitufos dentro de la comunidad es puramente sensorial. son parasitos que viven del esfuerzo ajeno, pues no trabajan. su manera de compensar al resto de pitufos trabajadores es a través de la expresividad continua de su rasgo identificativo. el gruñón ha de ser gruñón porque todos necesitamos alguna vez el dolor de la sinceridad. el cómico nos hace reír, y también podemos reírnos del sensible y de nosotros mismos, y emocionarnos cuando, por cualquier motivo, nos sorprendemos imitando su ñoñería, llorando como criaturas. los pitufos sensoriales son los artistas.

¿puede un pitufo del primer tipo, del tipo proletario, enfadarse? ¿puede amar? ¿puede recrear sentimientos que constituyen la esencia y, en cierto sentido, la profesión de otros pitufos? entraría en conflicto con una certeza primordial dentro del mundo de los pitufos: a pesar del grotesco parecido físico entre ellos, no existen dos iguales. pero los sentimientos son universales, también dentro de esta comunidad. los pitufos proletarios pueden enamorarse, pueden reír y llorar. no hay duda de eso. ¿podríamos entonces confundir a un eventualmente enfadado pitufo panadero con el propio pitufo arisco? ningún rasgo físico los separa (es ingenuo suponer que el pitufo panadero no suelta su rodillo de amasar jamás). son perfectamente equívocos. entra en juego entonces la mejor o peor capacidad para expresarse dentro de un sentimiento concreto. el pitufo arisco debería ser más y mejor arisco que el enfadado pitufo panadero. debería ser capaz de dejar clara la diferencia entre una mala tarde y toda una vida dedicada al mal humor. su lugar dentro de la comunidad está en juego.

coda: una lectura semejante deja en muy mal lugar la útilidad de la pitufina, cuyo trabajo es ser mujer, y arroja un inquietante interrogante sobre la figura del pitufo negro. un pitufo sin oficio ni rasgo propio, que al morder a otro pitufo le contagia su color y su irracionalidad. una alegoria del zombie, de la brutalización.