by parapo

tarde o temprano tenía que suceder: despidieron a Z.

trabajaba desde el 93 en la oficina de turismo, y aún conservaba costumbres de su época de payaso en el circo ruso: su aficion a los malabares, que ejecutaba con material de oficina; su costumbre de dar consejos a los turistas en forma de trabalenguas; sus desproporcionadas reacciones. aún recuerdo aquellas inconsolables lágrimas cuando, una vez, un alemán le confesó que había perdido el pasaporte, o en otra ocasión, con esa hermosa chica italiana que años después reconocimos en la sección de sucesos de Il Corriere della Sera: su risa, su demencial risa, cuando ella, por pura cortesía, señaló lo bonita que le parecía aquella corbata gigante que llevaba colgada del cuello.

guardo con cariño y horror el inútil mapa de metro que una vez me regaló.