by parapo

el 22 de diciembre de 1849, en la fortaleza petropávlovsk, fédor dostoievski escucha su sentencia de muerte frente al pelotón de fusilamiento. la tradicional venda en los ojos sirve esta vez para evitar que descubra la farsa de la que está siendo protagonista. en el último momento, es indultado y enviado a siberia para cumplir cuatro años de trabajos forzados. desde siberia, escribe a su hermano:

hoy he permanecido tres cuartos de hora cara a la muerte, me he compenetrado con semejante idea, he vivido los últimos instantes. y vuelvo a vivir... hermano, no he decaído ni he perdido el ánimo. esperar, rodeado de personas, y sentirse una persona más junto a ellas y seguir siéndolo siempre, sin decaer nunca, cualesquiera que sean las desgracias que se abatan sobre uno, es en lo que consiste la vida y es el objetivo de la misma. 

y veinte años, después, en El idiota:

... prefiero hablarles de otro hombre a quien he conocido el año último. En su caso hay una circunstancia rara, en el sentido de que pocas veces se produce. Este hombre había sido conducido al cadalso y se le había leído la sentencia que le condenaba a ser fusilado por un crimen político. Veinte minutos después llegó el indulto. Pero entre la lectura de la sentencia de muerte y la noticia de que le había sido conmutada la pena por la inferior, pasaron veinte minutos, o, al menos, un cuarto de hora durante el cual aquel desgraciado vivió en la convicción de que iba a morir al cabo de unos instantes. Yo deseaba saber cuáles habían sido sus impresiones y le pregunté sobre ellas. Lo recordaba todo con extraordinaria claridad y decía que nada de lo sucedido en aquellos minutos se borraría jamás de su memoria. Y  pensaba: «¡Si no muriese! ¡Si me perdonaran la vida! ¡Qué eternidad! ¡Y toda mía! Entonces cada minuto sería para mí como una existencia entera, no perdería uno sólo y vigilaría cada instante para no malgastarlo»...