pequeña teoría del diálogo

by parapo

las palabras salen disparadas de su boca, pero comienzan a perder velocidad muy pronto: sólo han recorrido unos centímetros y la antigua materia viscosa de la que solían estar formadas ya se ha endurecido a la mitad. aún restan varios metros para llegar a los oídos del otro -que es el destino- cuando, por completo líticas, caen al suelo, donde rebotan ruidosamente.

cada idea propia, cada juicio, se encuentra minuciosamente clasificado y archivado en una tabla cuadriculada similar a aquella de los elementos. cada palabra dicha, cada concepto verbalizado, nace con su etiqueta colgada del hombro, y es cuestión de unos segundos que sea localizado, reconocido y catalogado; en suma: convertido en roca.

lo peor, no obstante, está por llegar. sucede que un pensamiento no solo porta consigo sus rasgos propios sino que, como una invisible cadena de aminoácidos, lleva atado al pescuezo toda una gama de atributos recurrentes, características que, según la tabla periódica de las ideas, albergan algún tipo de relación o parecido, y conllevan además otros juicios parejos, que por simple arbitrariedad o quizás por tradición pertenecen a su misma categoría o clase o rama de ideas. y así, como moisés dividió las aguas, las ideas se agrupan cada cual con sus iguales, en dos grandes familias; y esta tabla es tan coherente, está tan bien estructurada, que sólo necesitas una palabra, una noción apenas murmurada por alguien para, instantáneamente, colocarlo a él y a su presunta ideología, que ha florecido ante tus ojos a partir de la semilla primigenia, en el correspondiente flanco del mar abierto y, en tu fuero interno, considerarlo, según tus propias simpatías, infame o divino.