A mí entonces el hecho de la representación me parecía algo terrible y primordial, precisamente porque me encontraba en un estado de pureza: el equivalente debía ser definitivo. Ante el problema de reproducir un prado me volvía loco. La cuestión para mí era ésta: ¿Es necesario que dibuje todas las briznas de hierba? En aquel tiempo no sabía que rellenando con el pastel verde toda la zona obtendría la masa del prado y que esto sería una excusa suficiente para descuidar las briznas de hierba. Tales hipocresías todavía estaban muy lejos de mí, y con una auténtica paciencia me resignaba a colorear un campo verde que debía ser el prado en el que Dios insufló la vida a Adán.
Pier Paolo Pasolini en Pasolini, una vita, de Nico Naldini